Un concierto cautivador. Así puedo describir la presentación con la que Keane cerró su gira por Latinoamérica ayer 27 de abril en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México.
El lugar estaba a tope. Los boletos se habían agotado desde hace más de dos semanas, y desde las cinco y media de la tarde el Auditorio y sus alrededores lucían prácticamente tapizados de gente, entre fans de Keane, revendedores y comerciantes.
Desde hace unas semanas se convocó a todos los que asistirían al concierto para que llevaran un globo azul metálico (el color predominante en el diseño de su segundo disco “Under The Iron Sea”) para inflarlo y levantarlo cuando tocaran el sencillo que los dio a conocer al mundo: Somewhere Only We Know.
Bueno, pues al llegar, a eso de las cinco y veinte de la tarde me encontré con las chicas del foro mexicano de Keane, quienes llevaban ya sus bolsas de globos para repartirlos entre los asistentes más despistados quienes no se habían enterado de la sorpresa. Los regalamos a todas y cada una de las personas que esperaban ansiosas que las puertas principales fueran abiertas.
A las ocho de la noche entramos al auditorio, a las ocho y cuarto yo ya estaba en mi lugar. Muy buen lugar diría yo. Desgraciadamente no encontré boletos de primera fila, pero no me quejo, estaba unas filas más atrás, bastante cerca del escenario y todo se veía muy bien desde ahí y lo mejor de todo es que antes de que empezaran a tocar los teloneros, hice buenas migas con una chica que iba sola igual que yo y tenía el asiento contiguo al mío.
Me parece que el grupo eligió una muy buena escenografía, se trataba de una especie de tubos metálicos de diferentes tamaños, suspendidos en el aire, dispuestos en todas partes del escenario. A mi me remitió a un gran órgano, o a una lluvia de espadas de hielo, o algo así. Otra parte de la escenografía eran tres grandes esferas que se inflaron, tres pantallas de alta resolución, una en el centro y una a cada costado del escenario, ahí proyectaron animaciones del arte de su “Under the iron sea”, videos, imágenes, fotografías y como una sorpresa para todos nosotros, un poema narrado por Tom.
A las ocho y media en punto abrió Canseco, a quien nadie ponía atención y cada vez que terminaban una canción se escuchaba el abucheo de más de medio auditorio. Cuando por fin terminaron de tocar, hubo un intermedio, pues este grupo abarrotó el escenario de amplificadores, guitarras y sintetizadores, que usaron para hacer que su música se escuchara más falsa y plástica que nada; así el staff de Keane tuvo que “limpiar” el escenario para ellos, dejando sencillamente un piano eléctrico, un teclado, un órgano, la batería y un par de laptops: Keane no necesitaba más para contagiar al público de una energía celestial.
Después de casi media hora de esperar a que todo estuviera listo, las luces bajaron, una ola de gritos y aplausos inundó el lugar y la extraña progresión de notas atonales de “Under The Iron Sea” hizo vibrar de emoción a todos y cada uno de los espectadores. Después de la única canción puramente instrumental de su disco que hizo las veces de preludio, prendieron al Auditorio Nacional con “Put It Behind You”, una canción vibrante y rítmica que absolutamente toda persona presente, coreó con gran entusiasmo.
Ya hecho el ambiente, vino un clásico de Keane, considerada por muchos críticos la mejor canción del grupo: Everybody’s Changing. No hay más que decir, no podría explicar la forma en que la gente se comportó, total emoción, no había nadie que no estuviera de pie, brincando o agitando los brazos en el aire; había momentos en que no podía distinguirse la voz de Tom de entre las otras diez mil que cantaban al unísono.
El lugar estaba a tope. Los boletos se habían agotado desde hace más de dos semanas, y desde las cinco y media de la tarde el Auditorio y sus alrededores lucían prácticamente tapizados de gente, entre fans de Keane, revendedores y comerciantes.
Desde hace unas semanas se convocó a todos los que asistirían al concierto para que llevaran un globo azul metálico (el color predominante en el diseño de su segundo disco “Under The Iron Sea”) para inflarlo y levantarlo cuando tocaran el sencillo que los dio a conocer al mundo: Somewhere Only We Know.
Bueno, pues al llegar, a eso de las cinco y veinte de la tarde me encontré con las chicas del foro mexicano de Keane, quienes llevaban ya sus bolsas de globos para repartirlos entre los asistentes más despistados quienes no se habían enterado de la sorpresa. Los regalamos a todas y cada una de las personas que esperaban ansiosas que las puertas principales fueran abiertas.
A las ocho de la noche entramos al auditorio, a las ocho y cuarto yo ya estaba en mi lugar. Muy buen lugar diría yo. Desgraciadamente no encontré boletos de primera fila, pero no me quejo, estaba unas filas más atrás, bastante cerca del escenario y todo se veía muy bien desde ahí y lo mejor de todo es que antes de que empezaran a tocar los teloneros, hice buenas migas con una chica que iba sola igual que yo y tenía el asiento contiguo al mío.
Me parece que el grupo eligió una muy buena escenografía, se trataba de una especie de tubos metálicos de diferentes tamaños, suspendidos en el aire, dispuestos en todas partes del escenario. A mi me remitió a un gran órgano, o a una lluvia de espadas de hielo, o algo así. Otra parte de la escenografía eran tres grandes esferas que se inflaron, tres pantallas de alta resolución, una en el centro y una a cada costado del escenario, ahí proyectaron animaciones del arte de su “Under the iron sea”, videos, imágenes, fotografías y como una sorpresa para todos nosotros, un poema narrado por Tom.
A las ocho y media en punto abrió Canseco, a quien nadie ponía atención y cada vez que terminaban una canción se escuchaba el abucheo de más de medio auditorio. Cuando por fin terminaron de tocar, hubo un intermedio, pues este grupo abarrotó el escenario de amplificadores, guitarras y sintetizadores, que usaron para hacer que su música se escuchara más falsa y plástica que nada; así el staff de Keane tuvo que “limpiar” el escenario para ellos, dejando sencillamente un piano eléctrico, un teclado, un órgano, la batería y un par de laptops: Keane no necesitaba más para contagiar al público de una energía celestial.
Después de casi media hora de esperar a que todo estuviera listo, las luces bajaron, una ola de gritos y aplausos inundó el lugar y la extraña progresión de notas atonales de “Under The Iron Sea” hizo vibrar de emoción a todos y cada uno de los espectadores. Después de la única canción puramente instrumental de su disco que hizo las veces de preludio, prendieron al Auditorio Nacional con “Put It Behind You”, una canción vibrante y rítmica que absolutamente toda persona presente, coreó con gran entusiasmo.
Ya hecho el ambiente, vino un clásico de Keane, considerada por muchos críticos la mejor canción del grupo: Everybody’s Changing. No hay más que decir, no podría explicar la forma en que la gente se comportó, total emoción, no había nadie que no estuviera de pie, brincando o agitando los brazos en el aire; había momentos en que no podía distinguirse la voz de Tom de entre las otras diez mil que cantaban al unísono.
[continúa]